Si algo nos caracteriza a L&C (más a L. que a C., quien siempre le va a la zaga…) es que somos expeditivas, de la filosofía del “dicho y hecho”. Montar saraos, organizar, crear, idear, es lo que nos llena.
Y de repente, el Terremoto se cruza en nuestro camino... Una persona creativa, emprendedora, llena de ideas, ilusiones. Y resulta que el Terremoto es como L&C, o peor...!!! No sólo nos propuso crear esta nueva sección, sino que además nos hizo este regalo que nos dejó sin palabras...
Gracias, Terremoto :)
… siempre creí en la señales, no me pregunten por qué, así que
acepté el reto de confrontar a mi amigo del alma el chocolate, con dos
sustancias que a priori debían tornarlo en algo desconocido para mí…
La presentación del plato sin alardes, austera, una flamenquilla
afrancesada de altura, y en el fondo reposando una fenomenal bola de chocolate,
flotando sobre una capa disimulada de aceite, a dos colores sobre el blanco.
Por costumbre me gusta separar los sabores y en una segunda
entrada, fundirlos. Así que la primera y anunciada elección fue entregarme a mi
viejo y fiel amigo, quién me saludó por anticipando impregnándome con aquel
aroma que deja el cacao, bálsamo a nostalgia de cuando empecé a ser niño,
profesión que nunca debería abandonarse y que no anda reñida con la
responsabilidad…
De repente, sin percibirlo, me encontraba paladeando parte de la
bola de chocolate, naturalmente con la punta de la lengua para ensalzar su
dulzura, haciendo viajar a su ternura por todas las partes posibles y
“viajables”, con ese genial regusto persistente de placer duradero y a una
temperatura no demasiada fría que acrecentaba su dulzor.
Tras el primer envite, el segundo y el tercero son automáticos y
por instinto, pero faltaba la prueba definitiva, aquel segundo momento que se
presentaba como desconocido y que sabía era inevitable… Sujeté entonces la
cuchara y fundí el cacao ya humedecido con la capa de aceite de oliva, y es
entonces cuando el chocolate enloqueció, saliendo disparado como aquel ratón
ultra vitaminado de Alicia en el país de las maravillas, respirando cierta
amargura, pero presentando un contraste a buen seguro ideado por algún Dios en
el Olimpo, y empalando ambos a marcha lenta y sutil, recreándose con el segundo
del reloj, cuando de pronto, inesperada, floreció la sal reclamando su parte en
el desafío, esta vez tardía pero siempre estridente, confluyendo las 3 partes
en una sinfonía harmónica de sabores tal para cual, como si formaran parte de
una misma textura, en un bello final. Chocolate, aceite y sal."
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