sábado, 9 de junio de 2012

Sabor a Chocolate, Aceite y Sal...


Si algo nos caracteriza a L&C (más a L. que a C., quien siempre le va a la zaga…) es que somos expeditivas, de la filosofía del “dicho y hecho”. Montar saraos, organizar, crear, idear, es lo que nos llena. 

Y de repente, el Terremoto se cruza en nuestro camino... Una persona creativa, emprendedora, llena de ideas, ilusiones. Y resulta que el Terremoto es como L&C, o peor...!!! No sólo nos propuso crear esta nueva sección, sino que además nos hizo este regalo que nos dejó sin palabras...


Gracias, Terremoto :)


¿Sabéis a qué sabe Chocolate, Aceite y Sal?

"La cena había sido copiosa y como viene siendo norma habitual traté de reservar mis últimos adentros a ese momento memorable  y exaltador de quietudes propias y ajenas, aquello que conocemos como postre, que es el detalle final en forma de susurro acompañante y cómplice de las horas venideras… y justo en ese instante de elección risueña, brotó de no se sabe dónde aquella campanilla vestida de Amelie, con su sonrisa eterna, sugiriéndome chocolate, aceite y sal….

… siempre creí en la señales, no me pregunten por qué, así que acepté el reto de confrontar a mi amigo del alma el chocolate, con dos sustancias que a priori debían tornarlo en algo desconocido para mí…

La presentación del plato sin alardes, austera, una flamenquilla afrancesada de altura, y en el fondo reposando una fenomenal bola de chocolate, flotando sobre una capa disimulada de aceite, a dos colores sobre el blanco.

Por costumbre me gusta separar los sabores y en una segunda entrada, fundirlos. Así que la primera y anunciada elección fue entregarme a mi viejo y fiel amigo, quién me saludó por anticipando impregnándome con aquel aroma que deja el cacao, bálsamo a nostalgia de cuando empecé a ser niño, profesión que nunca debería abandonarse y que no anda reñida con la responsabilidad…    

De repente, sin percibirlo, me encontraba paladeando parte de la bola de chocolate, naturalmente con la punta de la lengua para ensalzar su dulzura, haciendo viajar a su ternura por todas las partes posibles y “viajables”, con ese genial regusto persistente de placer duradero y a una temperatura no demasiada fría que acrecentaba su dulzor.

Tras el primer envite, el segundo y el tercero son automáticos y por instinto, pero faltaba la prueba definitiva, aquel segundo momento que se presentaba como desconocido y que sabía era inevitable… Sujeté entonces la cuchara y fundí el cacao ya humedecido con la capa de aceite de oliva, y es entonces cuando el chocolate enloqueció, saliendo disparado como aquel ratón ultra vitaminado de Alicia en el país de las maravillas, respirando cierta amargura, pero presentando un contraste a buen seguro ideado por algún Dios en el Olimpo, y empalando ambos a marcha lenta y sutil, recreándose con el segundo del reloj, cuando de pronto, inesperada, floreció la sal reclamando su parte en el desafío, esta vez tardía pero siempre estridente, confluyendo las 3 partes en una sinfonía harmónica de sabores tal para cual, como si formaran parte de una misma textura, en un bello final. Chocolate, aceite y sal."


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